El neurocientífico bogotano Rodolfo Llinás, reconocido a nivel mundial por sus estudios del cerebro humano, ha llegado a una conclusión que indicaría que la estructura intelectual está basada en las emociones. En una entrevista periodística el especialista sorprendió por el mapa que trazó con los conceptos de fidelidad, amor y felicidad.
Las declaraciones entregadas por el científico prueban, desde el punto de vista neurológico, que el cerebro es un sistema cerrado, que solamente es “perforado” por los sentimientos. Tras el análisis, el investigador sugiere que el cerebro opera con cierta analogía como un ordenador, pero con la diferencia que el tejido nervioso tiene plasticidad y creatividad: se modifica, se nutre y cambia.
Los extensos y profundos estudios adelantados lo llevan a una conclusión: «La estructura intelectual está basada en lo emocional. Nos formamos las ideas del mundo no tanto a partir de razonamientos, sino de lo que sentimos. El amor tiene un lugar destacado y la fidelidad es propia de los más inteligentes», afirmó Llinas.
La fidelidad y la inteligencia
La hipótesis determina que el área emocional del cerebro es una de las más antiguas. Fue una de las primeras en desarrollarse. Según sus palabras, “es el cerebro truhán, el de los reptiles, donde no existen más que patrones de acción fijos. Por eso ellos se acercan o se van si quieren comida; atacan si quieren defenderse, y tienen sexo si quieren reproducirse”.
El amor tiene su origen en la misma área, pero implica unas funciones fisiológicas diferentes. El amor, dice Llinás, es como una golosina. Y quien está enamorado se vuelve goloso. Desea tener más y más amor de la persona a la que ama. Agrega además que “nadie se muere por exceso de amor”.
El amor, señala el científico, no es como hacer gimnasia, sino como bailar, desde el punto de vista fisiológico. Frente al llamado “amor eterno” dice: “Ese es de inteligentes, que estructuran y modulan los patrones de acción fijos sobre la base de ver al otro como la mano de uno; cuidarla es mi responsabilidad, y viceversa. Saber que no habrá una puñalada trapera es la norma”.
La fidelidad contribuye a no desgastar energía emocional o intelectual innecesariamente. El ser humano, cuanto más inteligente, más orientado está hacia las grandes preocupaciones de la humanidad, deja de lado las situaciones que inestabilizan su vida o emplea energía para acciones más complejas. Por todo ello, Llinás concluye que el amor eterno es un baile infinito de neuronas entre dos personas inteligentes.
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