CÉSAR JEREZ, UN CANDIDATO RADICAL Y COHERENTE
Radicalidad y coherencia. Los dos pilares fundamentales de la trayectoria política y de la propia vida de César Jerez han sido su defensa acérrima de los derechos fundamentales y su compromiso personal con la población más desfavorecida. El candidato al Senado por Fuerza Ciudadana es un radical porque no se conforma con soluciones transitorias sino que busca la raíz de los problemas para tratar de erradicarlos definitivamente. Y, consecuentemente, su vida es un combate diario para cambiar las causas que provocan que Colombia sea un país profundamente injusto. Probablemente, su inconformismo y tenacidad proceden de la naturaleza campesina que habita en cada colombiano y colombiana, independientemente de que viva en una vereda o en un barrio.
César nació en el barrio San Francisco de Bucaramanga y creció en Ciudad Valencia, un barrio popular de Floridablanca en 1966, en el seno de una familia tan humilde como luchadora. Fueron campesinos y campesinas despojados y desplazados violentamente de García Rovira, por ser liberales, y de Curos, Piedecuesta, en Santander, por ser conservadores. Su madre fue su ejemplo desde bien chiquito. Sus peleas, como líder comunal y concejal, para lograr mejorar las condiciones de vida en el barrio (la escuela, la biblioteca, la pavimentación, el puente sobre el río Zapamanga…) fueron las semillas que lo transformaron en un líder social con el paso de los años. Después de terminar la secundaria en el Colegio Santander y de iniciar estudios de Ingeniería eléctrica, en la UIS, se formó como ingeniero geólogo de petróleo y gas en la Academia Estatal Azerbaiyana de Petróleos de Bakú (ex Unión Soviética), gracias a una beca. En esa institución también se tituló como Magister en geología industrial y como profesor y traductor de ruso.
En 1993 regresó a Colombia, dispuesto a poner los conocimientos adquiridos al servicio de los sectores populares. Trabajó durante un tiempo con la población minera del sur de Bolívar y con el campesinado de Arauca hasta que en 1998, durante el éxodo campesino, llegó al Magdalena Medio, una región que paramilitares y Ejército trataban de someter a sangre y fuego y en la que la población civil resistía férreamente.
César se convirtió en dirigente de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC), una entidad creada por el campesinado para fomentar su economía y defender sus derechos en medio del conflicto (en 2011 recibió el Premio Nacional de Paz otorgado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la fundación Friedrich Ebert). Participó en las marchas, en los paros y en todas las movilizaciones que en aquellos años protagonizaron las campesinas y campesinos.
Exigían su derecho a la tierra y líderes como César denunciaron las atrocidades que estaban sufriendo por el accionar del terrorismo de Estado.
Paralelamente, se implicó en otras iniciativas para dar visibilidad a la Colombia rural. Así, junto a otros líderes y lideresas sociales, nacionales e internacionales, crearon la Agencia Prensa Rural, que formó una red de corresponsales campesinos que difundieron no solo los problemas del campo sino también las historias de vida de sus pobladores, sus sabidurías y sus iniciativas.
Fruto de estas luchas y de la articulación del campesinado fue la reactivación de la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina (Anzorc), una iniciativa para establecer áreas donde se impulsa la economía campesina, se reconoce el derecho a la tierra de quienes la trabajan y se implementan medidas para alcanzar la justicia social. César Jerez se puso al frente de Anzorc para extender su modelo por el país. Además, se convirtió en una de las caras más visibles de los paros agrarios y de la Cumbre Agraria Campesina, Étnica y Popular, el proceso que aglutinó a distintas plataformas y organizaciones de defensa de los derechos del campesinado para exigir la reforma agraria integral, la formalización de la propiedad de la tierra y el desarrollo rural.
Antes de la firma de los Acuerdos de paz con las FARC, estando exiliado en Barcelona por la persecución política durante el segundo gobierno de Uribe, César impulsó un proceso para realizar los foros mundiales de cultivadores de coca, marihuana y amapola. A su regreso del exilio impulsó la constitución de los comités de campesinos cocaleros en varias regiones del país, la realización del primer foro de campesinos cultivadores de coca y posteriormente la creación de la Coordinadora de cultivadores de coca, marihuana y amapola (COCCAM), que generó el consenso hacia el acuerdo de sustitución de cultivos de coca en La Habana.
En el contexto de su labor social, César Jerez fue uno de los líderes del paro campesino del Catatumbo en 2013. Durante dos meses la población campesina de esta región olvidada y estigmatizada históricamente por el Estado lideró contundentes protestas, que se extendieron a todo el país, para exigir políticas agrarias que no condenen a los campesinos y campesinas al empobrecimiento y a la violencia. Jerez se convirtió en el vocero y en la imagen pública de sus reivindicaciones, lo que le supuso un ataque enfurecido del establecimiento. Para desacreditar al movimiento popular campesino, buena parte de los medios de comunicación -con la revista Semana al frente- reprodujeron supuestos informes de inteligencia, filtrados por el Gobierno y el Ministerio de Defensa, para tratar de vincular a César Jerez con las FARC. Esta campaña de intoxicación puso en riesgo la vida de César, pero no restó ni un ápice de fuerza a la protesta y hoy, casi 10 años después, nunca se ha podido probar ninguna de aquellas acusaciones.
Actualmente, César Jerez desarrolla toda una serie de iniciativas para vincular campo y ciudad. A través de la entidad Frutos de Paz, promueve la comercialización de productos de asociaciones campesinas y de excombatientes en la ciudad. El objetivo es evitar a los intermediarios, poniendo en contacto directo a la población consumidora con la campesina para que ésta obtenga el mayor beneficio de su trabajo y pueda garantizar su modelo de vida. En Bogotá ha construido 4 puntos de comercialización de Frutos de Paz, entre los que se destaca el Café Pushkin, en La Candelaria.
Cuando César no está en las veredas del mundo rural colombiano impulsando la organización y las Zonas de Reserva Campesina, lo vemos por las calles de Bogotá, rodando en su “burrita naranja”, la bicicleta de carga en la que se mueve y en la que transporta los productos del campo y a la que se refiere cuando dice: “Entraré a los sótanos del Congreso en la burrita, como senador, para aportar al profundo cambio que reclama Colombia”.
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