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la locura de Subirse a un Transmi Lleno

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Por: Juvenal Duque

Rodrigo Malagón es estilista y labora en la calle 127 con Autopista Norte. Juvenal Duque se tomó el trabajo de registrar paso a paso, minuto a minuto, a Malagón durante todo el recorrido desde que salió de su casa localizada en el barrio Nuevo Kennedy hasta el sitio donde labora, calle 127 con Autopista Norte en Bogotá.

Recorrido minuto a minuto

 

Hora 7:00 a.m.: Rodri­go sale de su casa y se dirige al paradero del alimentador ubica­do a cuatro cuadras. Tarda cinco minutos.

 

Hora 7:05 a.m.: Mala­gón espera el alimen­tador. El vehículo de­mora 20 minutos en llegar. Según el con­ductor, la tardanza se debió a un trancón en la Avenida Abastos.

 

Hora 7:25 a.m.: Rodri­go se sube al alimen­tador y el vehículo co­mienza su recorrido hacia la estación de Banderas. Allí llega a las 7:40 a.m. Por fortuna el trancón en Abas­tos se había superado.

 

Hora 7:40 a.m.: Malagón llega a la Estación de Banderas y recorre el puente peatonal que lo conduce al sitio de abordaje del articula­do. Se tarda 5 minu­tos.

 

Hora 7:45: Rodrigo se dispone a esperar la llegada del bus de Transmilenio. Hay en total (contadas) 90 personas haciendo fila en el sitio que le corresponde a Rodri­go.

 

15 minutos después, llega el primero bus. Rodrigo sabe que en ese vehículo, no al­canza a caber. El bus llega repleto de pa­sajeros, por lo tanto escasamente logran ingresar 12 personas. Los demás espe­ran resignados el siguiente arti­culado.

Ha transcurrido 10 minutos más

 

Por fortuna el si­guiente bus no tar­dó tanto. Llegó a los 10 minutos. Ya son las 8:16 de la mañana. Desafor­tunadamente, igual que el anterior, venía atestado de pasajeros. Vuelve y juega. Solo logran, en esta oportunidad y a empujones, ingresar 16 personas.

 

Ya es normal

 

Rodrigo y la mayoría de los demás usuarios saben que esta situación se presenta diariamen­te. Algunos miran el reloj y co­mienzan a desesperarse.

 

Hora 8:22: Aparece un tercer bus, por fortuna no esta tan atestado de pasajeros. El cupo alcanza, al menos para que esca­samente Rodrigo pueda ingresar. Es entonces cuando Rodrigo no entra… lo entran a empujones y con él, el reportero, al tiempo que le hace señas al comunicador advirtién­dole, “pilas con los bolsillos”.

 

Casi simultáneamente se es­cucha a una mujer que le grita a otro pasajero “¡Oiga señor! ¡Despacio, no sea bruto, ¿no ve que estoy embarazada?

 

Después de soportar codazos y empujones, Rodrigo por fin lo­gra acomodarse recostado contra una varilla. Malagón, entonces, le sugiere al periodista ubicarse detrás del conductor donde está un poco más despejado.

Comienza el desplazamiento

Hora 8:28 A.M.: El bus se pone en marcha. Transcurren escasamente 15 minutos y el articulado llega, sin in­convenientes, a estación del centro. Continúa su recorrido por la Avenida Caracas y exactamente 45 minutos después, el bus en el que se desplaza Rodrigo con el reportero, llega al portal del Norte. Allí visiblemente agotado, Malagón se baja y aborda el alimentador que lo transporta hasta la peluquería donde labora, locali­zada a cinco minutos de distancia.

 

“Por fortuna, manifestó Rodrigo, esta vez este alimentador no tardó mucho. Hay veces en que se demora hasta 20 minutos en llegar sin incluir los trancones que a veces se presentan”.

 

En conclusión, el pasado martes, Rodrigo, durante el ejercicio del periodista, tardó exactamente dos horas y media. Llegó a su lugar de trabajo a las 9:35 de la mañana, que como se recordará salió de su casa a las 7:00 de la mañana en punto.

 

Con relación al servicio como tal, manifestó Malagón que a pesar de los inconvenientes, ningún servicio de transporte es tan ágil como el Transmilenio.

 

“En horas de la mañana (horas pico), afirma, des­pués de que me logré subir al articulado, puedo calcular el tiempo que tardaré en llegar a mi lu­gar de trabajo”.

 

“La mayor dificultad se presenta es en el abor­daje. El problema radica en la tardanza de los alimentadores, los trancones cuando se despla­zan a las estaciones. A ello se suma la escasez de articulados y las demoras en recoger a los pasaje­ros. Si Transmilenio no tuviera los inconvenientes anteriormente mencionados, este transporte sería una maravilla. ¿Por qué? Ya sé que cuando estoy dentro del Transmilenio, tardo aproximadamente una hora en llegar a mi trabajo. Caso que no sucede cuando voy en buseta, colectivo, en taxi e inclusive en mi vehículo particular. Me tardo dos horas y a veces más. Un día me demoré tres horas por­que estaba lloviendo y había monumenta­les trancones”.

 

 

“Desde el momento en que sale de su casa, en bus, buseta, taxi o carro par­ticular, usted tiene que estar preparado mentalmente para soportar el caos por los trancones.

 

 

Rodrigo dijo además, “Si salgo a las 7:00 de la mañana de Kennedy y voy a San Cristóbal Norte (lugar de trabajo), calculo que se tarda míni­mo dos horas y hasta dos hora y media. En Transmilenio, en cambio, no tardo más de una hora. Yo diría, sin temor a equivocarme, que el único transporte que supera a Transmilenio, es la Motocicleta. Los demás, matan de infarto a cualquiera”.

 

 

Por último, Rodrigo se refirió al valor del pasaje. Dijo que “el precio de dos mil pesos no es que sea caro, lo que pasa es que ganamos muy poquito”.

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