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Petro Reivindica al general Melo, primer indígena presidente de Colombia

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Por Gerney Ríos González

La figura histórica de José María Dionisio Melo Ortiz, fascinó en el pasado a Carlos Pizarro León Gómez, líder del M-19, y ahora a Gustavo Petro Urrego, presidente de la República de Colombia. Durante su primera visita oficial como jefe de Estado a México, el mandatario reivindicó con ahínco al general, personaje que luchó junto al libertador Simón Bolívar y es el único presidente cuyos restos se encuentran en territorio extranjero, pues murió en México en las filas de Benito Juárez, constituyéndose en tema principal durante las reuniones con su homólogo Andrés Manuel López Obrador y en sus disertaciones en suelo mexicano.

El tercero de los 16 puntos concertados en esa visita por las cancillerías de Colombia y México estipuló “atender la solicitud de ubicación y repatriación de los restos del general tolimense José María Melo Ortiz, primer presidente popular de origen indígena de la República de Colombia, quien viajó a México para unirse a la causa del presidente Benito Juárez”.

Desde el siglo XX, su descendiente, el abogado, Jaime Eduardo Melo Palma, actual presidente de la Cámara de Comercio del Sur y Oriente del Tolima, con un grupo de líderes autóctonos, ha luchado para traer los restos del guía de las causas populares en el pasado y símbolo de los nativos indoamericanos.

Su existencia es sinónima de éxito personal, militar, hazañas heroicas en tierras colombianas y extranjeras de Centroamérica; primer y único presidente nativo de Colombia que terminó fusilado por su entrega generosa a causas de libertad, tal es el periplo vital del general José María Dionisio Melo Ortiz, por cuyas venas corría sangre Pijao y Panche.

Nació este egregio de la causa libertadora de Simón Bolívar y José María Córdova, el 9 de octubre de 1800, en la “Ciudad Real de Medina de las Torres de los Pijaos del Chaparral de los Reyes”, fundada el 6 de enero de 1586 por don Diego de Bocanegra.

Hijo del matrimonio de Manuel Antonio Melo y María Antonia Ortiz; entonces Colombia formaba parte del virreinato español que se llamó la Nueva Granada. Cobrizo, de mediana estatura y fuerte complexión, aficionado a los caballos y severo en la disciplina.

Este auténtico tolimense fue presidente de Colombia en un golpe de Estado, liderado por estropeados artesanos, durante la revolución de 1854, y tras la renuncia del titular José María Obando, quien no contó entonces con el respaldo de sus partidarios. La historia del general Melo es de contarla para ilustración de los pueblos originarios.

VIDA ACTIVA

Melo Ortiz entró al Ejército Libertador “comandante Funiel Castañeda” el 21 de abril de 1819 con el grado de teniente. Tuvo destacadas actuaciones en las batallas de Manizales, Bomboná y Pichincha en 1822; en Junín, Mataró y Ayacucho, en 1824, escenarios que le dieron libertad e independencia a Indoamérica. Recibió distintas condecoraciones por sus actos de valor y le fue otorgado el busto del Libertador Simón Bolívar.

Melo Ortiz participó en el sitio El Callao en 1825 y en 1829 en la célebre batalla del Portete de Tarqui. El presidente general, Simón Bolívar, enfermo y agotado, con una oposición creciente renunció al cargo el 27 de abril de 1830. El acabose: se fraccionó su sueño que fue La Gran Colombia. Su dolor se acrecentó cuando por el río Magdalena se dirigía a Santa Marta con la horrorosa noticia del asesinato de su más querido y leal amigo, el mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre quien dirigiéndose a caballo a Quito fue víctima de enemigos en las montañas de Berruecos al sur.

Bolívar consideró a Sucre, el mejor en la sucesión del mando, pero el torcido destino del Padre de la Patria dispuso lo contrario y trágico. El Congreso, partidario del Libertador, apoyó a los oficiales defensores de su programa de gobierno y respaldó al general Rafael Urdaneta, venezolano, quien depuso al general Joaquín Caicedo y asumió en forma provisoria el poder el 5 de septiembre de 1830.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco Villegas de las Américas de Indias, agonizó en la Quinta de San Pedro Alejandrino, Santa Marta el 17 de diciembre del mismo año; el general Caicedo reclamó el ejercicio de la Presidencia y por medio del convenio de juntas de Apulo, Rafael Urdaneta le entregó el poder. Melo, fiel a los dictados del Libertador y los principios de La Gran Colombia, sufrió entonces el destierro junto con varios oficiales.

La historia lo encuentra en Venezuela con su concuñado Rafael Urdaneta, participando en la conspiración de “Las Reformas” que buscaba en 1835 tumbar al médico José María Vargas, presidente de Venezuela, con el fin de reconstruir La Gran Colombia, establecer el federalismo, instaurar el fuero militar y el cristianismo de Estado, determinar eficientes reformas políticas y poner fin al poder económico de la oligarquía de la época que ganaba terreno con las exportaciones e importaciones comerciales.

Frustrado el complot, el general José Antonio Páez, el “León de Apure”, venezolano que había combatido al lado de Bolívar, con el apoyo de Urdaneta, retomó el Poder. Los frustrados golpistas fueron separados de esposas e hijos, expulsados unos a Nicaragua, otros a las Antillas.

ESTUDIOSO

Desterrado, José María Dionisio Melo Ortiz salió de Venezuela hacia Europa, en diciembre de 1836. En Bremen, Alemania, ingresó como oficial de estudio a la Academia Militar. Allí, Sajonia se interesó por el socialismo que comenzaba a estar en boga; se codeó con gentes locales y discutió las ideas; legó las tesis de Charles Fourier quién acusaba a gobiernos europeos. Con todo este acervo de conocimientos el general Melo optó por regresar a Ibagué- Tolima, en 1841. Escaló la jefatura política y jefe del cantón. Se casó por segunda vez en 1843 con Juliana Granados, de ascendencia panameña, cuando aún el istmo no había sido obsequiado a EE. UU. Tuvo un hijo con ella, Máximo, de quien no hay noticias.

Fundó con otros aliados las sociedades democráticas, integradas por intelectuales socialistas y artesanos que leían con encanto revolucionario los tratados de Louis Blanc, Saint-Simón y Fourier, también a Proudhon en su libelo “¿Qué es la propiedad?”. Los artesanos leían La Biblia por entonces en castellano y creían hallar en ellas tesis socialistas para favorecer a las clases pobres y los aborígenes.

Surgió la oposición al libre comercio de Colombia con Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Combatían las importaciones que arruinaban la industria nacional. Exigían respeto a los derechos indígenas y abolición de la esclavitud; condenaban el Tratado de Comercio y navegación con los anglosajones, firmado por el presidente Tomás Cipriano de Mosquera.

Esas sociedades democráticas fueron partidarias de la candidatura presidencial de José Hilario López. Elegido, en 1850 se aprobaron dos leyes autóctonas de su ministro de hacienda Manuel Murillo Toro, originario de Chaparral; una Reforma Agraria; otra que limitaba la tasa de interés y que condenaba a los usureros; el 21 de mayo de 1851 se aprobó la ley de libertad a los esclavos, obra de José Hilario López, presidente de Colombia.

Pero no faltaron los opositores. Julio Arboleda era amo esclavista. Llamó a los conservadores para oponerse a las leyes promulgadas. En Cundinamarca los dirigentes fueron Pastor y Mariano Ospina. El presidente López llamó a José María Dionisio Melo Ortiz para sofocar la inconformidad, lo rehabilitó y confirmó general. Derrotó a los sublevados en Guasca pues tenía aceptación en las filas leales al gobierno. Tras estas victorias, Melo lideró el Montepío militar desde el 13 de agosto de 1831; comandante del Ejército en Cundinamarca el 19 de junio de 1852.

El general Obando remplazó a José Hilario López en la presidencia. Los artesanos organizados exigieron a Obando cerrar el Congreso el 17 de abril de 1854; lo empujaron a ser dictador popular, pero renunció al cargo; las sociedades democráticas lo tomaron preso y ofrecieron la presidencia al originario general Melo, quien era comandante de las fuerzas armadas de Cundinamarca. Su breve gobierno se distinguió por ser un rebelde bolivariano y soldado de la Independencia; primer presidente con ideas socialistas en Colombia; combatir el “neoliberalismo” de la época, que ejercían Inglaterra y Estados Unidos. Y lo más importante rechazó la propuesta de José Hilario López y José María Obando de anexar a los departamentos del Tolima, Valle, Cauca y Nariño al Ecuador, situación producida a orillas del río Saldaña.

Pero no pudo adelantar su gestión progresista. La presidencia de Melo solo duró siete meses, del 13 de abril hasta el 4 de diciembre de 1854, pues se formaron ejércitos para derrocarlo: Tomás Cipriano de Mosquera, organizó y financió las tropas del norte; José Hilario López los batallones del sur, Cauca y Huila, y Joaquín París los ejércitos del Alto Magdalena. Pedro Alcántara Herrán fue el comandante conjunto de estas fuerzas opositoras a Melo.

Melo Ortiz defendió a Bogotá del asedio de esos colectivos armados con siete mil hombres. Las batallas se sucedieron en las calles de la capital, en San Victorino, San Diego, en el barrio Egipto y en San Francisco. Los opositores se tomaron el poder civil y Melo fue hecho prisionero. Los integrantes del pacto denominado legitimista pusieron en la presidencia a José de Obaldía, panameño; al depuesto se le siguieron tres juicios en 1855; pero quedó libre cuando Manuel Murillo Toro su paisano y vecino, pagó la crecida fianza. Desterrado y degradado en un infame proceso, donde le arrebataron de sus escasas pertenencias.

En el tercer juicio 200 simpatizantes del general Melo Ortiz fueron desterrados y sus bienes confiscados, obligados a caminar hacia Panamá; pocos sobrevivieron entre ellos, el general de Chaparral acostumbrado a las inclemencias del trópico.

Melo se dirigió en barco a Costa Rica; allí ayudó al gobierno a combatir la invasión que dirigía el aventurero William Walker contra Nicaragua. Luego pasó en 1859 a El Salvador donde se ocupó como instructor de tropas y comandante del ejército. Siempre en movimiento, el general Melo Ortiz llegó el 10 de octubre a México con tan buena suerte que el gobernador del Estado de Chiapas, Ángel Albino Corzo influyó sobre el presidente Benito Juárez para que utilizara los buenos oficios del militar tolimense y lo incorporara al ejército de frontera, inmerso en la Guerra de la Reforma, aun cuando Juárez rechazaba cualquier ayuda extranjera.

VIL ASESINATO

Con cien jinetes, el general Melo organizó un grupo de caballería y con él se dirigió a Comitán para proteger la frontera con Guatemala, asediada por el general conservador Juan A. Ortega, mexicano, quien atacaba desde ese país. Melo rechazó la idea del gobernador Corzo de organizar tropas de infantería. La suerte estaba echada.

El ejército de Melo, aliado de Juárez, descansaba en la madrugada del 10 de junio de 1860 en la finca Juncana, Zapaluta, hoy Frinitaria, Chiapas, pueblo nativo. Ortega sorprendió a Melo y sus hombres. El atacante dio órdenes expresas de matarlo. El cabo Isidro Tordillo y el sargento José Maldonado lo asesinaron cobardemente y se apoderaron de su mísero “botín” compuesto por un reloj, una cartera con cuatro pesos de plata y tres cartas. Los indígenas tojolabales le dieron cristiana sepultura frente a la capilla de la hacienda Juncana, donde existe un monumento en su honor. Los restos algún día retornaran al Tolima, tierra firme, que valora a sus líderes originarios. Melo es el único Jefe de Estado cuyos restos mortales se encuentran en el olvido fuera del país.

La historia destaca a José María Melo y Marco Fidel Suarez, como los únicos presidentes que no han pertenecido a las élites, clases latifundistas y oligárquicas de Colombia; fallecieron en la estrechez, miseria y penuria; lucharon para entregar a las generaciones nativas el marco legal en la defensa de sus principios e intereses, proyectado al siglo XXI en el Colegio de Abogados de Indoamérica.

Por Gerney Ríos González

La figura histórica de José María Dionisio Melo Ortiz, fascinó en el pasado a Carlos Pizarro León Gómez, líder del M-19, y ahora a Gustavo Petro Urrego, presidente de la República de Colombia. Durante su primera visita oficial como jefe de Estado a México, el mandatario reivindicó con ahínco al general, personaje que luchó junto al libertador Simón Bolívar y es el único presidente cuyos restos se encuentran en territorio extranjero, pues murió en México en las filas de Benito Juárez, constituyéndose en tema principal durante las reuniones con su homólogo Andrés Manuel López Obrador y en sus disertaciones en suelo mexicano.

El tercero de los 16 puntos concertados en esa visita por las cancillerías de Colombia y México estipuló “atender la solicitud de ubicación y repatriación de los restos del general tolimense José María Melo Ortiz, primer presidente popular de origen indígena de la República de Colombia, quien viajó a México para unirse a la causa del presidente Benito Juárez”.

Desde el siglo XX, su descendiente, el abogado, Jaime Eduardo Melo Palma, actual presidente de la Cámara de Comercio del Sur y Oriente del Tolima, con un grupo de líderes autóctonos, ha luchado para traer los restos del guía de las causas populares en el pasado y símbolo de los nativos indoamericanos.

Su existencia es sinónima de éxito personal, militar, hazañas heroicas en tierras colombianas y extranjeras de Centroamérica; primer y único presidente nativo de Colombia que terminó fusilado por su entrega generosa a causas de libertad, tal es el periplo vital del general José María Dionisio Melo Ortiz, por cuyas venas corría sangre Pijao y Panche.

Nació este egregio de la causa libertadora de Simón Bolívar y José María Córdova, el 9 de octubre de 1800, en la “Ciudad Real de Medina de las Torres de los Pijaos del Chaparral de los Reyes”, fundada el 6 de enero de 1586 por don Diego de Bocanegra.

Hijo del matrimonio de Manuel Antonio Melo y María Antonia Ortiz; entonces Colombia formaba parte del virreinato español que se llamó la Nueva Granada. Cobrizo, de mediana estatura y fuerte complexión, aficionado a los caballos y severo en la disciplina.

Este auténtico tolimense fue presidente de Colombia en un golpe de Estado, liderado por estropeados artesanos, durante la revolución de 1854, y tras la renuncia del titular José María Obando, quien no contó entonces con el respaldo de sus partidarios. La historia del general Melo es de contarla para ilustración de los pueblos originarios.

VIDA ACTIVA

Melo Ortiz entró al Ejército Libertador “comandante Funiel Castañeda” el 21 de abril de 1819 con el grado de teniente. Tuvo destacadas actuaciones en las batallas de Manizales, Bomboná y Pichincha en 1822; en Junín, Mataró y Ayacucho, en 1824, escenarios que le dieron libertad e independencia a Indoamérica. Recibió distintas condecoraciones por sus actos de valor y le fue otorgado el busto del Libertador Simón Bolívar.

Melo Ortiz participó en el sitio El Callao en 1825 y en 1829 en la célebre batalla del Portete de Tarqui. El presidente general, Simón Bolívar, enfermo y agotado, con una oposición creciente renunció al cargo el 27 de abril de 1830. El acabose: se fraccionó su sueño que fue La Gran Colombia. Su dolor se acrecentó cuando por el río Magdalena se dirigía a Santa Marta con la horrorosa noticia del asesinato de su más querido y leal amigo, el mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre quien dirigiéndose a caballo a Quito fue víctima de enemigos en las montañas de Berruecos al sur.

Bolívar consideró a Sucre, el mejor en la sucesión del mando, pero el torcido destino del Padre de la Patria dispuso lo contrario y trágico. El Congreso, partidario del Libertador, apoyó a los oficiales defensores de su programa de gobierno y respaldó al general Rafael Urdaneta, venezolano, quien depuso al general Joaquín Caicedo y asumió en forma provisoria el poder el 5 de septiembre de 1830.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco Villegas de las Américas de Indias, agonizó en la Quinta de San Pedro Alejandrino, Santa Marta el 17 de diciembre del mismo año; el general Caicedo reclamó el ejercicio de la Presidencia y por medio del convenio de juntas de Apulo, Rafael Urdaneta le entregó el poder. Melo, fiel a los dictados del Libertador y los principios de La Gran Colombia, sufrió entonces el destierro junto con varios oficiales.

La historia lo encuentra en Venezuela con su concuñado Rafael Urdaneta, participando en la conspiración de “Las Reformas” que buscaba en 1835 tumbar al médico José María Vargas, presidente de Venezuela, con el fin de reconstruir La Gran Colombia, establecer el federalismo, instaurar el fuero militar y el cristianismo de Estado, determinar eficientes reformas políticas y poner fin al poder económico de la oligarquía de la época que ganaba terreno con las exportaciones e importaciones comerciales.

Frustrado el complot, el general José Antonio Páez, el “León de Apure”, venezolano que había combatido al lado de Bolívar, con el apoyo de Urdaneta, retomó el Poder. Los frustrados golpistas fueron separados de esposas e hijos, expulsados unos a Nicaragua, otros a las Antillas.

ESTUDIOSO

Desterrado, José María Dionisio Melo Ortiz salió de Venezuela hacia Europa, en diciembre de 1836. En Bremen, Alemania, ingresó como oficial de estudio a la Academia Militar. Allí, Sajonia se interesó por el socialismo que comenzaba a estar en boga; se codeó con gentes locales y discutió las ideas; legó las tesis de Charles Fourier quién acusaba a gobiernos europeos. Con todo este acervo de conocimientos el general Melo optó por regresar a Ibagué- Tolima, en 1841. Escaló la jefatura política y jefe del cantón. Se casó por segunda vez en 1843 con Juliana Granados, de ascendencia panameña, cuando aún el istmo no había sido obsequiado a EE. UU. Tuvo un hijo con ella, Máximo, de quien no hay noticias.

Fundó con otros aliados las sociedades democráticas, integradas por intelectuales socialistas y artesanos que leían con encanto revolucionario los tratados de Louis Blanc, Saint-Simón y Fourier, también a Proudhon en su libelo “¿Qué es la propiedad?”. Los artesanos leían La Biblia por entonces en castellano y creían hallar en ellas tesis socialistas para favorecer a las clases pobres y los aborígenes.

Surgió la oposición al libre comercio de Colombia con Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Combatían las importaciones que arruinaban la industria nacional. Exigían respeto a los derechos indígenas y abolición de la esclavitud; condenaban el Tratado de Comercio y navegación con los anglosajones, firmado por el presidente Tomás Cipriano de Mosquera.

Esas sociedades democráticas fueron partidarias de la candidatura presidencial de José Hilario López. Elegido, en 1850 se aprobaron dos leyes autóctonas de su ministro de hacienda Manuel Murillo Toro, originario de Chaparral; una Reforma Agraria; otra que limitaba la tasa de interés y que condenaba a los usureros; el 21 de mayo de 1851 se aprobó la ley de libertad a los esclavos, obra de José Hilario López, presidente de Colombia.

Pero no faltaron los opositores. Julio Arboleda era amo esclavista. Llamó a los conservadores para oponerse a las leyes promulgadas. En Cundinamarca los dirigentes fueron Pastor y Mariano Ospina. El presidente López llamó a José María Dionisio Melo Ortiz para sofocar la inconformidad, lo rehabilitó y confirmó general. Derrotó a los sublevados en Guasca pues tenía aceptación en las filas leales al gobierno. Tras estas victorias, Melo lideró el Montepío militar desde el 13 de agosto de 1831; comandante del Ejército en Cundinamarca el 19 de junio de 1852.

El general Obando remplazó a José Hilario López en la presidencia. Los artesanos organizados exigieron a Obando cerrar el Congreso el 17 de abril de 1854; lo empujaron a ser dictador popular, pero renunció al cargo; las sociedades democráticas lo tomaron preso y ofrecieron la presidencia al originario general Melo, quien era comandante de las fuerzas armadas de Cundinamarca. Su breve gobierno se distinguió por ser un rebelde bolivariano y soldado de la Independencia; primer presidente con ideas socialistas en Colombia; combatir el “neoliberalismo” de la época, que ejercían Inglaterra y Estados Unidos. Y lo más importante rechazó la propuesta de José Hilario López y José María Obando de anexar a los departamentos del Tolima, Valle, Cauca y Nariño al Ecuador, situación producida a orillas del río Saldaña.

Pero no pudo adelantar su gestión progresista. La presidencia de Melo solo duró siete meses, del 13 de abril hasta el 4 de diciembre de 1854, pues se formaron ejércitos para derrocarlo: Tomás Cipriano de Mosquera, organizó y financió las tropas del norte; José Hilario López los batallones del sur, Cauca y Huila, y Joaquín París los ejércitos del Alto Magdalena. Pedro Alcántara Herrán fue el comandante conjunto de estas fuerzas opositoras a Melo.

Melo Ortiz defendió a Bogotá del asedio de esos colectivos armados con siete mil hombres. Las batallas se sucedieron en las calles de la capital, en San Victorino, San Diego, en el barrio Egipto y en San Francisco. Los opositores se tomaron el poder civil y Melo fue hecho prisionero. Los integrantes del pacto denominado legitimista pusieron en la presidencia a José de Obaldía, panameño; al depuesto se le siguieron tres juicios en 1855; pero quedó libre cuando Manuel Murillo Toro su paisano y vecino, pagó la crecida fianza. Desterrado y degradado en un infame proceso, donde le arrebataron de sus escasas pertenencias.

En el tercer juicio 200 simpatizantes del general Melo Ortiz fueron desterrados y sus bienes confiscados, obligados a caminar hacia Panamá; pocos sobrevivieron entre ellos, el general de Chaparral acostumbrado a las inclemencias del trópico.

Melo se dirigió en barco a Costa Rica; allí ayudó al gobierno a combatir la invasión que dirigía el aventurero William Walker contra Nicaragua. Luego pasó en 1859 a El Salvador donde se ocupó como instructor de tropas y comandante del ejército. Siempre en movimiento, el general Melo Ortiz llegó el 10 de octubre a México con tan buena suerte que el gobernador del Estado de Chiapas, Ángel Albino Corzo influyó sobre el presidente Benito Juárez para que utilizara los buenos oficios del militar tolimense y lo incorporara al ejército de frontera, inmerso en la Guerra de la Reforma, aun cuando Juárez rechazaba cualquier ayuda extranjera.

VIL ASESINATO

Con cien jinetes, el general Melo organizó un grupo de caballería y con él se dirigió a Comitán para proteger la frontera con Guatemala, asediada por el general conservador Juan A. Ortega, mexicano, quien atacaba desde ese país. Melo rechazó la idea del gobernador Corzo de organizar tropas de infantería. La suerte estaba echada.

El ejército de Melo, aliado de Juárez, descansaba en la madrugada del 10 de junio de 1860 en la finca Juncana, Zapaluta, hoy Frinitaria, Chiapas, pueblo nativo. Ortega sorprendió a Melo y sus hombres. El atacante dio órdenes expresas de matarlo. El cabo Isidro Tordillo y el sargento José Maldonado lo asesinaron cobardemente y se apoderaron de su mísero “botín” compuesto por un reloj, una cartera con cuatro pesos de plata y tres cartas. Los indígenas tojolabales le dieron cristiana sepultura frente a la capilla de la hacienda Juncana, donde existe un monumento en su honor. Los restos algún día retornaran al Tolima, tierra firme, que valora a sus líderes originarios. Melo es el único Jefe de Estado cuyos restos mortales se encuentran en el olvido fuera del país.

La historia destaca a José María Melo y Marco Fidel Suarez, como los únicos presidentes que no han pertenecido a las élites, clases latifundistas y oligárquicas de Colombia; fallecieron en la estrechez, miseria y penuria; lucharon para entregar a las generaciones nativas el marco legal en la defensa de sus principios e intereses, proyectado al siglo XXI en el Colegio de Abogados de Indoamérica.

Por Gerney Ríos González

La figura histórica de José María Dionisio Melo Ortiz, fascinó en el pasado a Carlos Pizarro León Gómez, líder del M-19, y ahora a Gustavo Petro Urrego, presidente de la República de Colombia. Durante su primera visita oficial como jefe de Estado a México, el mandatario reivindicó con ahínco al general, personaje que luchó junto al libertador Simón Bolívar y es el único presidente cuyos restos se encuentran en territorio extranjero, pues murió en México en las filas de Benito Juárez, constituyéndose en tema principal durante las reuniones con su homólogo Andrés Manuel López Obrador y en sus disertaciones en suelo mexicano.

El tercero de los 16 puntos concertados en esa visita por las cancillerías de Colombia y México estipuló “atender la solicitud de ubicación y repatriación de los restos del general tolimense José María Melo Ortiz, primer presidente popular de origen indígena de la República de Colombia, quien viajó a México para unirse a la causa del presidente Benito Juárez”.

Desde el siglo XX, su descendiente, el abogado, Jaime Eduardo Melo Palma, actual presidente de la Cámara de Comercio del Sur y Oriente del Tolima, con un grupo de líderes autóctonos, ha luchado para traer los restos del guía de las causas populares en el pasado y símbolo de los nativos indoamericanos.

Su existencia es sinónima de éxito personal, militar, hazañas heroicas en tierras colombianas y extranjeras de Centroamérica; primer y único presidente nativo de Colombia que terminó fusilado por su entrega generosa a causas de libertad, tal es el periplo vital del general José María Dionisio Melo Ortiz, por cuyas venas corría sangre Pijao y Panche.

Nació este egregio de la causa libertadora de Simón Bolívar y José María Córdova, el 9 de octubre de 1800, en la “Ciudad Real de Medina de las Torres de los Pijaos del Chaparral de los Reyes”, fundada el 6 de enero de 1586 por don Diego de Bocanegra.

Hijo del matrimonio de Manuel Antonio Melo y María Antonia Ortiz; entonces Colombia formaba parte del virreinato español que se llamó la Nueva Granada. Cobrizo, de mediana estatura y fuerte complexión, aficionado a los caballos y severo en la disciplina.

Este auténtico tolimense fue presidente de Colombia en un golpe de Estado, liderado por estropeados artesanos, durante la revolución de 1854, y tras la renuncia del titular José María Obando, quien no contó entonces con el respaldo de sus partidarios. La historia del general Melo es de contarla para ilustración de los pueblos originarios.

VIDA ACTIVA

Melo Ortiz entró al Ejército Libertador “comandante Funiel Castañeda” el 21 de abril de 1819 con el grado de teniente. Tuvo destacadas actuaciones en las batallas de Manizales, Bomboná y Pichincha en 1822; en Junín, Mataró y Ayacucho, en 1824, escenarios que le dieron libertad e independencia a Indoamérica. Recibió distintas condecoraciones por sus actos de valor y le fue otorgado el busto del Libertador Simón Bolívar.

Melo Ortiz participó en el sitio El Callao en 1825 y en 1829 en la célebre batalla del Portete de Tarqui. El presidente general, Simón Bolívar, enfermo y agotado, con una oposición creciente renunció al cargo el 27 de abril de 1830. El acabose: se fraccionó su sueño que fue La Gran Colombia. Su dolor se acrecentó cuando por el río Magdalena se dirigía a Santa Marta con la horrorosa noticia del asesinato de su más querido y leal amigo, el mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre quien dirigiéndose a caballo a Quito fue víctima de enemigos en las montañas de Berruecos al sur.

Bolívar consideró a Sucre, el mejor en la sucesión del mando, pero el torcido destino del Padre de la Patria dispuso lo contrario y trágico. El Congreso, partidario del Libertador, apoyó a los oficiales defensores de su programa de gobierno y respaldó al general Rafael Urdaneta, venezolano, quien depuso al general Joaquín Caicedo y asumió en forma provisoria el poder el 5 de septiembre de 1830.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco Villegas de las Américas de Indias, agonizó en la Quinta de San Pedro Alejandrino, Santa Marta el 17 de diciembre del mismo año; el general Caicedo reclamó el ejercicio de la Presidencia y por medio del convenio de juntas de Apulo, Rafael Urdaneta le entregó el poder. Melo, fiel a los dictados del Libertador y los principios de La Gran Colombia, sufrió entonces el destierro junto con varios oficiales.

La historia lo encuentra en Venezuela con su concuñado Rafael Urdaneta, participando en la conspiración de “Las Reformas” que buscaba en 1835 tumbar al médico José María Vargas, presidente de Venezuela, con el fin de reconstruir La Gran Colombia, establecer el federalismo, instaurar el fuero militar y el cristianismo de Estado, determinar eficientes reformas políticas y poner fin al poder económico de la oligarquía de la época que ganaba terreno con las exportaciones e importaciones comerciales.

Frustrado el complot, el general José Antonio Páez, el “León de Apure”, venezolano que había combatido al lado de Bolívar, con el apoyo de Urdaneta, retomó el Poder. Los frustrados golpistas fueron separados de esposas e hijos, expulsados unos a Nicaragua, otros a las Antillas.

ESTUDIOSO

Desterrado, José María Dionisio Melo Ortiz salió de Venezuela hacia Europa, en diciembre de 1836. En Bremen, Alemania, ingresó como oficial de estudio a la Academia Militar. Allí, Sajonia se interesó por el socialismo que comenzaba a estar en boga; se codeó con gentes locales y discutió las ideas; legó las tesis de Charles Fourier quién acusaba a gobiernos europeos. Con todo este acervo de conocimientos el general Melo optó por regresar a Ibagué- Tolima, en 1841. Escaló la jefatura política y jefe del cantón. Se casó por segunda vez en 1843 con Juliana Granados, de ascendencia panameña, cuando aún el istmo no había sido obsequiado a EE. UU. Tuvo un hijo con ella, Máximo, de quien no hay noticias.

Fundó con otros aliados las sociedades democráticas, integradas por intelectuales socialistas y artesanos que leían con encanto revolucionario los tratados de Louis Blanc, Saint-Simón y Fourier, también a Proudhon en su libelo “¿Qué es la propiedad?”. Los artesanos leían La Biblia por entonces en castellano y creían hallar en ellas tesis socialistas para favorecer a las clases pobres y los aborígenes.

Surgió la oposición al libre comercio de Colombia con Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Combatían las importaciones que arruinaban la industria nacional. Exigían respeto a los derechos indígenas y abolición de la esclavitud; condenaban el Tratado de Comercio y navegación con los anglosajones, firmado por el presidente Tomás Cipriano de Mosquera.

Esas sociedades democráticas fueron partidarias de la candidatura presidencial de José Hilario López. Elegido, en 1850 se aprobaron dos leyes autóctonas de su ministro de hacienda Manuel Murillo Toro, originario de Chaparral; una Reforma Agraria; otra que limitaba la tasa de interés y que condenaba a los usureros; el 21 de mayo de 1851 se aprobó la ley de libertad a los esclavos, obra de José Hilario López, presidente de Colombia.

Pero no faltaron los opositores. Julio Arboleda era amo esclavista. Llamó a los conservadores para oponerse a las leyes promulgadas. En Cundinamarca los dirigentes fueron Pastor y Mariano Ospina. El presidente López llamó a José María Dionisio Melo Ortiz para sofocar la inconformidad, lo rehabilitó y confirmó general. Derrotó a los sublevados en Guasca pues tenía aceptación en las filas leales al gobierno. Tras estas victorias, Melo lideró el Montepío militar desde el 13 de agosto de 1831; comandante del Ejército en Cundinamarca el 19 de junio de 1852.

El general Obando remplazó a José Hilario López en la presidencia. Los artesanos organizados exigieron a Obando cerrar el Congreso el 17 de abril de 1854; lo empujaron a ser dictador popular, pero renunció al cargo; las sociedades democráticas lo tomaron preso y ofrecieron la presidencia al originario general Melo, quien era comandante de las fuerzas armadas de Cundinamarca. Su breve gobierno se distinguió por ser un rebelde bolivariano y soldado de la Independencia; primer presidente con ideas socialistas en Colombia; combatir el “neoliberalismo” de la época, que ejercían Inglaterra y Estados Unidos. Y lo más importante rechazó la propuesta de José Hilario López y José María Obando de anexar a los departamentos del Tolima, Valle, Cauca y Nariño al Ecuador, situación producida a orillas del río Saldaña.

Pero no pudo adelantar su gestión progresista. La presidencia de Melo solo duró siete meses, del 13 de abril hasta el 4 de diciembre de 1854, pues se formaron ejércitos para derrocarlo: Tomás Cipriano de Mosquera, organizó y financió las tropas del norte; José Hilario López los batallones del sur, Cauca y Huila, y Joaquín París los ejércitos del Alto Magdalena. Pedro Alcántara Herrán fue el comandante conjunto de estas fuerzas opositoras a Melo.

Melo Ortiz defendió a Bogotá del asedio de esos colectivos armados con siete mil hombres. Las batallas se sucedieron en las calles de la capital, en San Victorino, San Diego, en el barrio Egipto y en San Francisco. Los opositores se tomaron el poder civil y Melo fue hecho prisionero. Los integrantes del pacto denominado legitimista pusieron en la presidencia a José de Obaldía, panameño; al depuesto se le siguieron tres juicios en 1855; pero quedó libre cuando Manuel Murillo Toro su paisano y vecino, pagó la crecida fianza. Desterrado y degradado en un infame proceso, donde le arrebataron de sus escasas pertenencias.

En el tercer juicio 200 simpatizantes del general Melo Ortiz fueron desterrados y sus bienes confiscados, obligados a caminar hacia Panamá; pocos sobrevivieron entre ellos, el general de Chaparral acostumbrado a las inclemencias del trópico.

Melo se dirigió en barco a Costa Rica; allí ayudó al gobierno a combatir la invasión que dirigía el aventurero William Walker contra Nicaragua. Luego pasó en 1859 a El Salvador donde se ocupó como instructor de tropas y comandante del ejército. Siempre en movimiento, el general Melo Ortiz llegó el 10 de octubre a México con tan buena suerte que el gobernador del Estado de Chiapas, Ángel Albino Corzo influyó sobre el presidente Benito Juárez para que utilizara los buenos oficios del militar tolimense y lo incorporara al ejército de frontera, inmerso en la Guerra de la Reforma, aun cuando Juárez rechazaba cualquier ayuda extranjera.

VIL ASESINATO

Con cien jinetes, el general Melo organizó un grupo de caballería y con él se dirigió a Comitán para proteger la frontera con Guatemala, asediada por el general conservador Juan A. Ortega, mexicano, quien atacaba desde ese país. Melo rechazó la idea del gobernador Corzo de organizar tropas de infantería. La suerte estaba echada.

El ejército de Melo, aliado de Juárez, descansaba en la madrugada del 10 de junio de 1860 en la finca Juncana, Zapaluta, hoy Frinitaria, Chiapas, pueblo nativo. Ortega sorprendió a Melo y sus hombres. El atacante dio órdenes expresas de matarlo. El cabo Isidro Tordillo y el sargento José Maldonado lo asesinaron cobardemente y se apoderaron de su mísero “botín” compuesto por un reloj, una cartera con cuatro pesos de plata y tres cartas. Los indígenas tojolabales le dieron cristiana sepultura frente a la capilla de la hacienda Juncana, donde existe un monumento en su honor. Los restos algún día retornaran al Tolima, tierra firme, que valora a sus líderes originarios. Melo es el único Jefe de Estado cuyos restos mortales se encuentran en el olvido fuera del país.

La historia destaca a José María Melo y Marco Fidel Suarez, como los únicos presidentes que no han pertenecido a las élites, clases latifundistas y oligárquicas de Colombia; fallecieron en la estrechez, miseria y penuria; lucharon para entregar a las generaciones nativas el marco legal en la defensa de sus principios e intereses, proyectado al siglo XXI en el Colegio de Abogados de Indoamérica.

Por Gerney Ríos González

La figura histórica de José María Dionisio Melo Ortiz, fascinó en el pasado a Carlos Pizarro León Gómez, líder del M-19, y ahora a Gustavo Petro Urrego, presidente de la República de Colombia. Durante su primera visita oficial como jefe de Estado a México, el mandatario reivindicó con ahínco al general, personaje que luchó junto al libertador Simón Bolívar y es el único presidente cuyos restos se encuentran en territorio extranjero, pues murió en México en las filas de Benito Juárez, constituyéndose en tema principal durante las reuniones con su homólogo Andrés Manuel López Obrador y en sus disertaciones en suelo mexicano.

El tercero de los 16 puntos concertados en esa visita por las cancillerías de Colombia y México estipuló “atender la solicitud de ubicación y repatriación de los restos del general tolimense José María Melo Ortiz, primer presidente popular de origen indígena de la República de Colombia, quien viajó a México para unirse a la causa del presidente Benito Juárez”.

Desde el siglo XX, su descendiente, el abogado, Jaime Eduardo Melo Palma, actual presidente de la Cámara de Comercio del Sur y Oriente del Tolima, con un grupo de líderes autóctonos, ha luchado para traer los restos del guía de las causas populares en el pasado y símbolo de los nativos indoamericanos.

Su existencia es sinónima de éxito personal, militar, hazañas heroicas en tierras colombianas y extranjeras de Centroamérica; primer y único presidente nativo de Colombia que terminó fusilado por su entrega generosa a causas de libertad, tal es el periplo vital del general José María Dionisio Melo Ortiz, por cuyas venas corría sangre Pijao y Panche.

Nació este egregio de la causa libertadora de Simón Bolívar y José María Córdova, el 9 de octubre de 1800, en la “Ciudad Real de Medina de las Torres de los Pijaos del Chaparral de los Reyes”, fundada el 6 de enero de 1586 por don Diego de Bocanegra.

Hijo del matrimonio de Manuel Antonio Melo y María Antonia Ortiz; entonces Colombia formaba parte del virreinato español que se llamó la Nueva Granada. Cobrizo, de mediana estatura y fuerte complexión, aficionado a los caballos y severo en la disciplina.

Este auténtico tolimense fue presidente de Colombia en un golpe de Estado, liderado por estropeados artesanos, durante la revolución de 1854, y tras la renuncia del titular José María Obando, quien no contó entonces con el respaldo de sus partidarios. La historia del general Melo es de contarla para ilustración de los pueblos originarios.

VIDA ACTIVA

Melo Ortiz entró al Ejército Libertador “comandante Funiel Castañeda” el 21 de abril de 1819 con el grado de teniente. Tuvo destacadas actuaciones en las batallas de Manizales, Bomboná y Pichincha en 1822; en Junín, Mataró y Ayacucho, en 1824, escenarios que le dieron libertad e independencia a Indoamérica. Recibió distintas condecoraciones por sus actos de valor y le fue otorgado el busto del Libertador Simón Bolívar.

Melo Ortiz participó en el sitio El Callao en 1825 y en 1829 en la célebre batalla del Portete de Tarqui. El presidente general, Simón Bolívar, enfermo y agotado, con una oposición creciente renunció al cargo el 27 de abril de 1830. El acabose: se fraccionó su sueño que fue La Gran Colombia. Su dolor se acrecentó cuando por el río Magdalena se dirigía a Santa Marta con la horrorosa noticia del asesinato de su más querido y leal amigo, el mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre quien dirigiéndose a caballo a Quito fue víctima de enemigos en las montañas de Berruecos al sur.

Bolívar consideró a Sucre, el mejor en la sucesión del mando, pero el torcido destino del Padre de la Patria dispuso lo contrario y trágico. El Congreso, partidario del Libertador, apoyó a los oficiales defensores de su programa de gobierno y respaldó al general Rafael Urdaneta, venezolano, quien depuso al general Joaquín Caicedo y asumió en forma provisoria el poder el 5 de septiembre de 1830.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco Villegas de las Américas de Indias, agonizó en la Quinta de San Pedro Alejandrino, Santa Marta el 17 de diciembre del mismo año; el general Caicedo reclamó el ejercicio de la Presidencia y por medio del convenio de juntas de Apulo, Rafael Urdaneta le entregó el poder. Melo, fiel a los dictados del Libertador y los principios de La Gran Colombia, sufrió entonces el destierro junto con varios oficiales.

La historia lo encuentra en Venezuela con su concuñado Rafael Urdaneta, participando en la conspiración de “Las Reformas” que buscaba en 1835 tumbar al médico José María Vargas, presidente de Venezuela, con el fin de reconstruir La Gran Colombia, establecer el federalismo, instaurar el fuero militar y el cristianismo de Estado, determinar eficientes reformas políticas y poner fin al poder económico de la oligarquía de la época que ganaba terreno con las exportaciones e importaciones comerciales.

Frustrado el complot, el general José Antonio Páez, el “León de Apure”, venezolano que había combatido al lado de Bolívar, con el apoyo de Urdaneta, retomó el Poder. Los frustrados golpistas fueron separados de esposas e hijos, expulsados unos a Nicaragua, otros a las Antillas.

ESTUDIOSO

Desterrado, José María Dionisio Melo Ortiz salió de Venezuela hacia Europa, en diciembre de 1836. En Bremen, Alemania, ingresó como oficial de estudio a la Academia Militar. Allí, Sajonia se interesó por el socialismo que comenzaba a estar en boga; se codeó con gentes locales y discutió las ideas; legó las tesis de Charles Fourier quién acusaba a gobiernos europeos. Con todo este acervo de conocimientos el general Melo optó por regresar a Ibagué- Tolima, en 1841. Escaló la jefatura política y jefe del cantón. Se casó por segunda vez en 1843 con Juliana Granados, de ascendencia panameña, cuando aún el istmo no había sido obsequiado a EE. UU. Tuvo un hijo con ella, Máximo, de quien no hay noticias.

Fundó con otros aliados las sociedades democráticas, integradas por intelectuales socialistas y artesanos que leían con encanto revolucionario los tratados de Louis Blanc, Saint-Simón y Fourier, también a Proudhon en su libelo “¿Qué es la propiedad?”. Los artesanos leían La Biblia por entonces en castellano y creían hallar en ellas tesis socialistas para favorecer a las clases pobres y los aborígenes.

Surgió la oposición al libre comercio de Colombia con Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Combatían las importaciones que arruinaban la industria nacional. Exigían respeto a los derechos indígenas y abolición de la esclavitud; condenaban el Tratado de Comercio y navegación con los anglosajones, firmado por el presidente Tomás Cipriano de Mosquera.

Esas sociedades democráticas fueron partidarias de la candidatura presidencial de José Hilario López. Elegido, en 1850 se aprobaron dos leyes autóctonas de su ministro de hacienda Manuel Murillo Toro, originario de Chaparral; una Reforma Agraria; otra que limitaba la tasa de interés y que condenaba a los usureros; el 21 de mayo de 1851 se aprobó la ley de libertad a los esclavos, obra de José Hilario López, presidente de Colombia.

Pero no faltaron los opositores. Julio Arboleda era amo esclavista. Llamó a los conservadores para oponerse a las leyes promulgadas. En Cundinamarca los dirigentes fueron Pastor y Mariano Ospina. El presidente López llamó a José María Dionisio Melo Ortiz para sofocar la inconformidad, lo rehabilitó y confirmó general. Derrotó a los sublevados en Guasca pues tenía aceptación en las filas leales al gobierno. Tras estas victorias, Melo lideró el Montepío militar desde el 13 de agosto de 1831; comandante del Ejército en Cundinamarca el 19 de junio de 1852.

El general Obando remplazó a José Hilario López en la presidencia. Los artesanos organizados exigieron a Obando cerrar el Congreso el 17 de abril de 1854; lo empujaron a ser dictador popular, pero renunció al cargo; las sociedades democráticas lo tomaron preso y ofrecieron la presidencia al originario general Melo, quien era comandante de las fuerzas armadas de Cundinamarca. Su breve gobierno se distinguió por ser un rebelde bolivariano y soldado de la Independencia; primer presidente con ideas socialistas en Colombia; combatir el “neoliberalismo” de la época, que ejercían Inglaterra y Estados Unidos. Y lo más importante rechazó la propuesta de José Hilario López y José María Obando de anexar a los departamentos del Tolima, Valle, Cauca y Nariño al Ecuador, situación producida a orillas del río Saldaña.

Pero no pudo adelantar su gestión progresista. La presidencia de Melo solo duró siete meses, del 13 de abril hasta el 4 de diciembre de 1854, pues se formaron ejércitos para derrocarlo: Tomás Cipriano de Mosquera, organizó y financió las tropas del norte; José Hilario López los batallones del sur, Cauca y Huila, y Joaquín París los ejércitos del Alto Magdalena. Pedro Alcántara Herrán fue el comandante conjunto de estas fuerzas opositoras a Melo.

Melo Ortiz defendió a Bogotá del asedio de esos colectivos armados con siete mil hombres. Las batallas se sucedieron en las calles de la capital, en San Victorino, San Diego, en el barrio Egipto y en San Francisco. Los opositores se tomaron el poder civil y Melo fue hecho prisionero. Los integrantes del pacto denominado legitimista pusieron en la presidencia a José de Obaldía, panameño; al depuesto se le siguieron tres juicios en 1855; pero quedó libre cuando Manuel Murillo Toro su paisano y vecino, pagó la crecida fianza. Desterrado y degradado en un infame proceso, donde le arrebataron de sus escasas pertenencias.

En el tercer juicio 200 simpatizantes del general Melo Ortiz fueron desterrados y sus bienes confiscados, obligados a caminar hacia Panamá; pocos sobrevivieron entre ellos, el general de Chaparral acostumbrado a las inclemencias del trópico.

Melo se dirigió en barco a Costa Rica; allí ayudó al gobierno a combatir la invasión que dirigía el aventurero William Walker contra Nicaragua. Luego pasó en 1859 a El Salvador donde se ocupó como instructor de tropas y comandante del ejército. Siempre en movimiento, el general Melo Ortiz llegó el 10 de octubre a México con tan buena suerte que el gobernador del Estado de Chiapas, Ángel Albino Corzo influyó sobre el presidente Benito Juárez para que utilizara los buenos oficios del militar tolimense y lo incorporara al ejército de frontera, inmerso en la Guerra de la Reforma, aun cuando Juárez rechazaba cualquier ayuda extranjera.

VIL ASESINATO

Con cien jinetes, el general Melo organizó un grupo de caballería y con él se dirigió a Comitán para proteger la frontera con Guatemala, asediada por el general conservador Juan A. Ortega, mexicano, quien atacaba desde ese país. Melo rechazó la idea del gobernador Corzo de organizar tropas de infantería. La suerte estaba echada.

El ejército de Melo, aliado de Juárez, descansaba en la madrugada del 10 de junio de 1860 en la finca Juncana, Zapaluta, hoy Frinitaria, Chiapas, pueblo nativo. Ortega sorprendió a Melo y sus hombres. El atacante dio órdenes expresas de matarlo. El cabo Isidro Tordillo y el sargento José Maldonado lo asesinaron cobardemente y se apoderaron de su mísero “botín” compuesto por un reloj, una cartera con cuatro pesos de plata y tres cartas. Los indígenas tojolabales le dieron cristiana sepultura frente a la capilla de la hacienda Juncana, donde existe un monumento en su honor. Los restos algún día retornaran al Tolima, tierra firme, que valora a sus líderes originarios. Melo es el único Jefe de Estado cuyos restos mortales se encuentran en el olvido fuera del país.

La historia destaca a José María Melo y Marco Fidel Suarez, como los únicos presidentes que no han pertenecido a las élites, clases latifundistas y oligárquicas de Colombia; fallecieron en la estrechez, miseria y penuria; lucharon para entregar a las generaciones nativas el marco legal en la defensa de sus principios e intereses, proyectado al siglo XXI en el Colegio de Abogados de Indoamérica.

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